El respeto que sienten los jóvenes de 21 Crew por Ramiro Pino (de camiseta blanca) es de admirar. Él se lo ha sabido ganar porque a pesar de su juventud, es como un padre para ellos.
Foto: José Luis Guzmán | El País

 

Los ensayos ahora son mucho más arduos. Cada lunes, miércoles y viernes desde las 5:00 p.m, practican cuatro horas seguidas, en el Tecnocentro Cultural Somos Pacífico, del barrio Potrero Grande. Los integrantes del grupo 21 Crew salen, como dice su director Ramiro Pino, “rendidos”, pero eso es lo de menos. Solo tienen en mente una meta: ganar el concurso en Bogotá que los llevaría a representar a Colombia en la HHI, la competencia de hip hop de mayor reconocimiento a nivel mundial, que se celebrará en Las Vegas, Estados Unidos, en agosto de 2017.

Para llegar hasta Bogotá a concursar el próximo mes de noviembre (del 4 al 7) los diez bailarines y su director ya tienen el transporte en bus asegurado, ya que el Tecnocentro les colaborará con este rubro. Pero necesitan por lo menos $2 millones para los gastos de hospedaje y alimentación. “La idea es irnos unos días antes de la competencia para adaptarnos, porque en Bogotá es mucho más húmedo y más pesado el clima…Y no tenemos nada, nos vamos a lo ‘maletero’, que es ir, bailar y devolvernos corriendo”, comenta Pino.

Él, que además de director es el coreógrafo de este grupo de muchachos de edades que oscilan entre los 13 y 22 años, asegura que para conseguir recursos han vendido arroz de leche, agua de panela y han realizado otras actividades, pero no han obtenido muchas ganancias. Por eso, tienen la esperanza que caleños de buen corazón se sumen a su causa.

Vale la pena ayudar
21 Crew nació hace tres años. Ramiro Pino, un joven de 24 años que por su estatura bien podría ser basquetbolista (1, 93 cms) sacó una vez un bafle frente a su casa para que sus vecinos escucharan hip hop con el fin de ver a quién le gustaba esa música y quiénes se le medían a formar un grupo.

Él ya tenía su agrupación de baile de hip hop junto a Miguel Ángel Micolta, su ‘sensei’, del que aprendió más sobre bailar este género musical y sobre liderazgo. Pero decidió conformar otro grupo porque quería, a través del baile, derribar las llamadas fronteras imaginarias y para que la comunidad viera que con arte y cultura sí se puede transformar un barrio, una comunidad y planificar proyectos de vida.

Sacar el bafle dio resultado, porque fueron muchos los que se acercaron. En un principio su agrupación contó con más de 30 integrantes, pero hoy solo son doce, doce perseverantes jóvenes que con él han aprendido que hay que tener mucha disciplina y ganas para llegar a ser un bailarín profesional.

Porque él es muy estricto. Quien no rinda académicamente en el colegio y no se comporte bien en la casa no tiene derecho a todo lo que consigan como agrupación. En días pasados castigó, no entregándoles sudaderas nuevas, a tres de los bailarines que se habían portado mal en sus hogares. “Ellos tienen que aprender que las cosas se ganan, que no son gratis, que primero tienen que cumplir en su casa y después conmigo”.

El baile a estos muchachos de un barrio tan vulnerado por la violencia les ha cambiado la vida. Como al mismo Pino, que anduvo, como dice él, “jodiendo en la calle, armado, tirando piedra, pero gracias al baile hoy tengo cómo mantenerme”.

O como a Falena, que anduvo con malandros del sector donde vive y dice hoy que si ella no hubiera encontrado este espacio, qué sería de su vida, comenta Pino, quien sostiene que la joven se lamenta de que su hermano no hubiera corrido con la misma suerte de ella. “Lamentablemente él no encontró este camino y ahora no sabemos si está muerto o desaparecido porque ya llevamos un año tratando de localizarlo y no lo hemos encontrado”, manifiesta Ramiro, ‘Junior’ Pino.

Falena asegura, entre tanto, que gracias a 21 Crew ha aprendido a ser mejor persona, a ser más disciplinada, a valorar y respetar a sus compañeros por lo que son, a vivir cada momento de su vida. Y vislumbra mejor su futuro: “me veo como una de las mejores coreógrafas, con mi propia escuela de baile y enseñando a personas que en el querer está el poder”.

Los frutos que unos y otros han obtenido del baile son variados. Duván Luna, bachiller de 19 años que trabaja en un restaurante como asador los fines de semana, argumenta que la danza para él es un medio de expresión y que en lo personal, le ha servido para relacionarse mejor con las personas.

Hasta beneficios económicos le ve al hecho de bailar. “He aprendido a economizar, a invertir, a tener mi vestuario. He conocido gente de afuera y he pisado lugares que jamás había pensado pisar como el Teatro al Aire Libre Los Cristales, Bidanza, un centro que queda por allá lejos, en el Sur. Y he logrado metas anheladas”.

Para uno de los jóvenes mayores del grupo, Mario Montaño Vidal, quien es traductor bilingüe en un call center, pertenecer a 21 Crew lo ha alejado de las calles, lo hace sentir una persona mucho más alegre, más consciente de las cosas, más tolerante con las personas que lo rodean y que ayuda a los demás. “El grupo se volvió una familia y me siento bien de pertenecer a ella”.

Este inquieto muchacho que después de terminar el bachillerato estudió algo de gastronomía, de cocina europea y actuación, se sueña en un futuro como bailarín profesional, pero su meta más próxima es ir a Bogotá con sus compañeros de 21 Crew y luego representar a Colombia en Las Vegas.

Y para eso tienen que esforzarse mucho y prepararse muy bien, porque van a competir entre otros, con su propio director y coreógrafo Ramiro Pino, que concursará con la agrupación Free Style Dance, la que conforma con su ‘sensei’ Miguel Ángel Micolta.

“Sí, nosotros vamos a competir contra ellos. Por eso les digo: prepárense mucho, ustedes me tienen que ganar a mí. Y ya me ganaron una vez, eso fue hace como cuatro meses en una competencia a nivel comunal, a la gente les gustó mucho 21 Crew”.

Por esas habilidades y grandes destrezas que muestran en el escenario, 21 Crew no solo ha ganado trofeos sino que fueron uno de los grupos elegidos para participar en el video de apertura de la Bienal Internacional de Danza que se celebró recientemente en Cali.

Pero, más que de los galardones, de lo que más se sienten orgullosos estos jóvenes es de los valores, principios y conceptos que han aprendido dentro del grupo.

Así lo corrobora Santiago Cárcamo, de 17 años: “He aprendido que puedo dar más de lo que esperan las personas de mí; que no debo ser lo que la gente espera, sino lo que yo quiera ser; y que el único camino de desahogo no es la violencia, también hay otros medios, como el baile”.

 

 

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